[JUAN, Víctor (2016), "Tú eres antes que todo". La correspondencia entre Ramón Acín y Conchita Monrás, Turia, 120, pp. 251-257.
Para entender la vida de Ramón Acín hay
que tener en cuenta que uno de los pilares de su existencia fue Conchita, su
compañera, su cómplice y su musa. Conchita era antes que todo. Antes que la
libertad y antes que el arte. Así lo escribió Ramón Acín desde la cárcel, posiblemente
en 1924: «Aquí discutimos, damos
charlas y asambleas, estamos todo lo relativamente bien que se puede estar sin
libertad... y sin ti, mejor dicho, sin ti y sin libertad porque tú eres antes
que todo».[1]
Concepción Monrás Casas (Barcelona, 3 de
noviembre de 1898 – Huesca, 23 de agosto de 1936) era hija de Joaquín Monrás
Casanovas, catedrático de Literatura, que fue destinado al Instituto de Huesca cuando
Conchita era una niña. Conchita completó sus estudios en el colegio de Santa
Rosa. También aprendió a tocar el piano con el maestro Eusebio Coronas. Tenía
intereses poco comunes entre las jóvenes de la época. Estudiaba esperanto,
jugaba al tenis, le gustaba actuar en obras de teatro… Era diez años más joven
que Ramón Acín, con quien se casó el 6 de enero de 1923.[2] La ceremonia se celebró en
casa de Conchita, en la Plaza de Santo domingo, 8, para guardar el luto por la
muerte de la madre de Ramón Acín, fallecida unos días antes.
Una valiosa descripción del carácter
Conchita nos la ofrece Mariano Añoto Pola, un niño al que Ramón y Conchita
acogieron en su casa como si fuera un hijo más, cuando se quedó huérfano.
«Conchita era espigada, delgada, de cuerpo
armónico y atractivo, joven de rostro agradable y sonrisa feliz. Imperiosa
cuando pedía u ordenaba, a veces sus ojos centelleaban ante situaciones graves.
Plenamente enamorada de su marido, compartía en una estrecha unión con una
entrega total, todos los problemas de este. (...) Conchita fue la heroína
verdadera. Una mujer que defendió a su esposo con todas las consecuencias».[3]
Esta no fue la única ocasión en la que
Mariano Añoto recordó a Conchita. Sol Acín en un artículo publicado en El Día de Aragón en 1988 recogió el testimonio
de Mariano Añoto sobre Conchita:
«Recordarás algunas tardes, las más de
las veces tardes de invierno, tardes frías en las que vuestro padre se había
ausentado de casa. Vuestra madre nos decía: “¿vamos a la alameda? Subiremos
también a Las Mártires”.
Cuando iniciábamos el paseo, el Sol, que
en principio era amarillo invernal, poco a poco se tornaba turbio y frío.
La niebla surgía por el cauce del río
Isuela a borbotones, envolviéndonos con su gélido vapor, y pronto nuestros alientos
empezaban a condensarse con fuerza.
–A ver quién me coge –decía de pronto–, y
emprendía veloz carrera. Muchas de las veces para cogerla teníamos que
cercarla. Su velocidad era asombrosa. Era joven, sana y fuerte».[4]
Desde que comenzó su relación, Ramón le
escribía a Conchita notas, billetes, cartas, postales, apuntes con dibujos sin
otro propósito que el que tienen los enamorados cuando se escriben: decirse
cómo se quieren y se extrañan permanentemente porque el tiempo que pasan juntos
siempre se les hace corto. Leídas una tras otra, estas cartas son un largo
poema de amor. Ramón Acín escribía apretándose el hígado o cuando le saltaba el
corazón. Se apretaba el hígado para denunciar las injusticias y el sufrimiento
de los más débiles, aunque sabía que se le cerrarían algunas puertas o se le
negaría algún saludo[5]. Acín confesaba que era
más fácil escribir apretándose el hígado, cuando le desbordaba la hiel, pero le
bastaba pensar en Conchita, en su zagalica, en su gitana de la gitanería para
que le saltara el corazón. Por eso sus cartas rebosan ternura, amor y
delicadeza. Seguro que Conchita le contestaría, pero Ramón no guardó sus cartas
con tanto cuidado como el que puso Conchita en guardar las palabras y los
dibujos de Ramón. Solo han llegado hasta nosotros unas pocas misivas remitidas
por Conchita. Sin embargo, sabemos que se enviaban mensajes diariamente. De la
calle Las Cortes a la plaza de Santo Domingo, de la plaza de Santo Domingo a la
calle Las Cortes. Y esos mensajes nos muestran la limpieza de un mundo construido
con palabras, de un territorio que Ramón y Conchita conquistaron para ser
juntos, para ser uno solo.
Las despedidas de las cartas también son
una muestra de la complicidad y del cariño que les unía: «Siempre el mismo», «Te
quiere de verdad, de verdad tu Ramón», «Mucho, mucho, mucho te quiere Ramón», «Te
envía muchas cosicas tu R».«Estoy muy contento de
nuestro mucho cariño, tu Ramón».
Conchita le llamaba a Ramón «chiqué»,
«majico», «Ramoncico mío», «nenico».
Y Ramón le decía «gitanilla», «Chiteta», «zagalica»…
Un
paraíso en la calle Las Cortes
Rafael Sánchez Ventura escribió que el
hogar que construyeron Conchita y Ramón en la casa de la calle Las Cortes era
un «ejemplo emocionante de armonía, de elevación, de belleza, donde todo adquiría
dignidad y gracia; aquel hogar de Huesca, que también fue mío, instalado en la
señorial casona de anchas estancias repletas de cuadros, esculturas, estampas,
viejos muebles y libros, objetos múltiples de exquisito arte popular
conseguidos al cabo de los años en incesantes correrías que hicimos juntos por
tantos y tantos lugares; aquel hogar animado por la inteligente alegría de
Conchita Monrás, la tierna compañera de Ramón, iluminado por el radiante
hechizo de las dos niñas, a tono ambas en hermosura y precoz sensibilidad e
inteligencia con el ambiente de la casa; aquel hogar a todos abiertos donde el
pobre tenía puesto franco en la mesa, enseñanza cordial de música y dibujo en
la academia».[6]
Marianito Añoto recordaba a Conchita como
la necesaria compañera para Ramón Acín. Se complementaban. No se entendían el
uno sin el otro: «Conchita, a la inversa que Ramón, procuraba estar totalmente
a ras de tierra. Enjuiciaba, pesaba, medía con claridad todo problema
sentimental, político o económico. Gracias a ella el equilibrio material se
mantenía en el hogar. En aquellos años se precisaba menos para vivir, pero en
casa de Ramón Acín siempre se caminaba con adelanto de décadas y los gastos
eran grandes. Conchita sabía frenar a su marido».[7]
Otro testimonio del clima que reinaba en casa de Ramón y Conchita Monrás nos
lo ofrecen las declaraciones del capitán Fermín Galán en las que destaca que
Conchita era la compañera de Acín. Todo era ideal en la casa de la calle Las
Cortes: «Me maravilla cada vez que voy
a casa de Acín. Son ideales él, su mujer y sus niñas ¡Su casa entera! ¡Acín ha
encontrado la compañera! ¡Ha tenido suerte!».[8]
«Tan
identificados que no podía ser más»
En 2002 Katia Acín destacaba en un
encuentro con estudiantes la gran sintonía que había entre sus padres: «Mi
madre era una mujer totalmente enamorada de mi padre y estaban tan
identificados que no podía ser más».[9]
Conchita y Ramón tuvieron una relación
absolutamente simétrica en la que tanto ponía el uno como daba el otro. Hay dos
dibujos de Acín que expresan el respeto, la admiración y el apoyo incondicional
que se dispensaban. En uno Conchita toca el piano en primer plano y detrás está
Ramón pintando, sentado frente a un caballete. En el segundo dibujo es Ramón
quien pinta en primer plano y Conchita toca, al fondo, el piano.
La identificación entre Ramón y Conchita es una
constante en su correspondencia. Por ejemplo, en la carta que Ramón le envió a
Conchita el 8 de diciembre de 1921 le decía que pronto serían uno, que se
confundirían sus cosas y de ambos sería por igual todo: «como Conchita no es Conchita sino que soy yo y yo Conchita, para los
dos por igual han de ser lo bueno y lo mediano y lo malo, si lo hubiere». Y así
fue. Conchita y Ramón compartieron lo mucho bueno que hubo en sus vidas, los juegos
y la alegría de las niñas, los días luminosos en la playa, las excursiones al Pirineo,
la amistad de buenos amigos, los sueños de un mundo mejor. También compartieron
el dolor de la cárcel, Ramón dentro de una celda y Conchita sufriendo la
ausencia de Ramón en la prisión de los días vacíos. Compartieron el exilio.
Ramón en París y ella en Huesca, una ciudad que sin Ramón se convertía para
Conchita en un extraño lugar.
Conchita fue en todo momento la compañera
de Acín. Fue su cómplice cuando Ramón se dedicaba a sus «sindicalerías»[10] o cuando era detenido y
encarcelado por participar en huelgas y protestas. También compartió la voluntad
de Ramón cuando, después de tocarles 30 000 duros en el premio gordo de la
lotería de Navidad de 1932, Acín financió el rodaje de la película de Luis Buñuel
Tierra sin pan en Las Hurdes.[11] Y también era de Conchita
la generosidad que Acín tuvo con algunos amigos cuando estuvieron enfermos y
necesitaron dinero. Y, llevando al extremo su amor, Conchita quiso compartir el
destino de su marido cuando unos hombres convertidos en bestias lo arrancaron
de su casa para matarlo.
Conchita y Ramón compartían las ideas, las aficiones
y las pasiones. Ramón le decía a Conchita en una carta de octubre de 1933 que bastaba
que uno de los dos amara una cosa, para que, naturalmente, la amara también el
otro: «Me gusta que te guste el mar; a mí, si no me gustase, me gustaría por
gustarte a ti. Y me gusta que te guste la montaña; ya sé que si a ti no te
gustase, te gustaría por gustarme a mí».[13]
Juntos habían descubierto que solo importaba
cómo se querían. Aprendieron que teniéndose el uno al otro, todo lo demás era
relativo. Y eso lo expresaba Ramón Acín en un resumen que hacía de una carta
que le enviaba Conchita en la primavera de 1922:
«Leída tu carta, voy a hacerte el resumen de
ella y la mía y todas las cartas habidas y por haber (incluidas las 40 de la
baraja). Resumen:
Que Ramón quiere mucho,
mucho a su Conchita y que su Conchita quiere mucho, mucho, y un poquitín más a
su Ramón, y todo lo demás tiene poca importancia ¿verdad, zagalica?».[14]
El humor y el amor
La primera carta enviada por Ramón
a Conchita de la que se tiene conocimiento está fechada el 8 de diciembre de
1918. Se trata de la felicitación del día de la Inmaculada en la que Ramón dibujó
una Luna que escuchaba como Conchita interpretaba al piano a Granados. El
compositor felicitaba a Conchita desde el cielo. Su «amigo» Ramón Acín también
la felicitaba y la felicitaría –le anunciaba– después de muerto desde el
infierno porque «los malos artistas siempre van al infierno»[15].
A Ramón le gustaba jugar con todo. Encontramos
ejemplos de este carácter cuando le pintó a su perro Tobi un bozal para que los
laceros municipales le dejaran en paz[16], cuando liberó al pájaro
que vivía en la jaula que más tarde ocupó una pajarita[17], cuando escribía sobre
fútbol[18], cuando estando en la
cárcel dibujó una palomica que todas las noches sorteaba las rejas de la
prisión para besar a Conchita y a las niñas.[19] También cuando decía de
sí mismo que había ingresado por voluntad propia en la orden de los
predicadores en el desierto porque escribía y denunciaba asuntos que para
muchos podían parecer tan nimios como la ubicación de los caballitos y los
tiovivos para las ferias de San Andrés en el lugar más frío de Huesca[20]... Por eso no es
aventurado suponer que quizá Ramón le pidió matrimonio a Conchita con una declaración
en la que también jugaba en un momento solemne. No sabemos cuándo le envió una
postal en la que había dibujado un cura junto al que Acín escribió: «Lea el
otro lado»:
«Amiga Conchita:
Si me encuentra usted una novia morenica y
salada y se presta este cura, me caso».
El 7 de enero de 1922 en La Tierra se
publicó el reportaje titulado «¿Qué le han traído a usted los reyes?» en el que
se adjudicaban algunos regalos a personas de la ciudad y en esa relación se
incluía a Ramón Acín: «A Don Ramón Acín una muñeca, pero que muy gitana, que le
hace olvidarse de papá Lenin». Seguro que esta fue la respuesta textual de Acín
a la pregunta. Ya sabemos que Conchita hacía que Ramón se olvidara de todo.
Hasta de Lenin, porque Conchita era para Ramón «antes que todo».
[1]
La correspondencia entre Conchita Monrás y Ramón Acín puede consultarse en la
base de datos de Emilio Casanova y Jesús Lou (2004), Ramón Acín. La línea sentida, Zaragoza, Departamento de Educación,
Cultura y Deporte de Gobierno de Aragón y Diputación Provincial de Huesca. Esta
documentación también está disponible en la página web de la Fundación Ramón y
Katia Acín (http://www.fundacionacin.org/). Además, Jesús Lou transcribió las
cartas de Conchita y Ramón en un artículo titulado «Geografía íntima de Ramón
Acín», incluido en Emilio Casanova y Jesús Lou (2004), Ramón Acín. La línea sentida, op. cit.
[2]
Víctor Pardo Lancina (2004), «Concepción Monrás y Casas (Barcelona,1898-Huesca,
1936)» en Emilio Casanova y Jesús Lou, Ramón
Acín. La línea sentida, op. cit.
[3] Víctor Pardo (2004), «Concepción Monrás y
Casas (Barcelona,1898-Huesca», 1936) en Emilio Casanova y Jesús Lou, Ramón Acín. La línea sentida, op. cit.
[4]
Sol Acín (1988) «Ramón Acín. Notas al margen», El Día de Aragón, 5 de noviembre de 1988.
[5]
Ramón Acín, «El valor moral, futbolistas y futbolaires», El Diario de Huesca, 14 de diciembre de 1926.
[6]
Rafael Sánchez Ventura, «En memoria de Ramón Acín», Aragón, 2, p. 3, citado por Víctor Pardo, «Una casona en la vieja
ciudad amurallada», pp. 335-336 en Casanova, Emilio y Mas, Carlos, Ramón Acín toma la palabra. Barcelona,
Penguin Random House Grupo Editorial.
[7]
Citado por Víctor Pardo, «Una casona en la vieja ciudad amurallada», p. 337 en
Casanova, Emilio y Mas, Carlos, Ramón
Acín toma la palabra… op. cit.
[8]
Arderíus, J. et al. (1931) Vida de Fermín
Galán, Editorial Zeus, Madrid, p. 270. Citado en Víctor Pardo (2015) «Una
casona en la vieja ciudad amurallada», p. 337 en Casanova, Emilio y Mas,
Carlos, Ramón Acín toma la palabra, op.
cit.
[9]
Emilio Casanova (2005), Katia Acín. La niña saltapias, Zaragoza, Emilio
Casanova Producciones, 9 minutos, disponible en https://vimeo.com/114427490. En este
corto se reproduce parte de una conferencia de Katia Acín en el Colegio Mayor
Universitario Raimundo de Peñafort.
[10]
Esta es la expresión que Acín utilizó en octubre de 1921 en una postal que le
envió a Conchita en la que un monaguillo decía. Rogad a Dios por el bienestar
social: «este monaguillo que tiene el buen deseo de arreglar
la cuestión social para que Conchita esté tranquila no teniendo que ver ya (por
innecesario) a su Ramón metido en sindicalerías».
[11]
Víctor Pardo (2009), «Retratos de Ramón Acín, el apóstol bueno», Anuario de Pedagogía, 10, p. 88.
[12]
Carta de Ramón a Conchita, 10 de diciembre de 1921. Ramón Acín estaba en
Zaragoza y escribe: «Llegué perfectamente, zagalica, muy solico.
Solico a medias porque tú me acompañas siempre…».
[13]
Carta de Ramón a Conchita, octubre de 1933. Acín se encontraba en Madrid. Había
acudido al montaje de Tierra sin pan
que Buñuel estaba terminando durante esos días.
[14]
Carta de Ramón a Conchita, 1922.
[15]
Carta de Ramón a Conchita, 8 de diciembre de 1918.
[16]
Ramón Acín, «Arca de Noé. Un loro. El Tobi. Mi gato. Libertad con arroz», El Diario de Huesca, 20 de abril de
1924. Este mismo artículo se publicó en Revista
Nueva, 10 de mayo de 1924, p. 13.
[17] «Ramón Acín, el artista que es todo corazón», La Tierra, 17 de febrero de 1929,
reportaje firmado por El Reportero X. : «Encerrada
en una jaula vemos una pajarita de papel. Ante nuestra sonrisa contemplándola
dice Acín que libertó al auténtico
pájaro de carne y plumas para solemnizar el reciente centenario de San
Francisco de Asís. Llamar hermano al pájaro y ser su carcelero no lo encontraba
bien».
[18]
Ramón Acín, «El foot-ball ni ética ni estética», El Diario de Huesca, 21 de agosto de 1924 y el ya citado «El valor
moral, futbolistas y futbolaires», El Diario
de Huesca, 14 de diciembre de 1926.
[19]
Carta de Ramón a Conchita, 26 de julio de 1933.
[20]
Ramón Acín, «Las barcas de Caronte», El Diario
de Huesca, 29 de noviembre de 1917. Se quejaba Ramón Acín del emplazamiento
de los columpios y caballitos en el lugar más frío de Huesca. «¿Es que no contentos
con amargar a los pequeñuelos en los colegios, cortos de higiene y largos de
letanías, queremos poner en sus distracciones el amargor de las dolencias y la
muerte?».
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