29 diciembre 2011

A esguaz (24 de agosto de 2002)


Publiqué esta nota en agosto de 2002, cuando yo era pequeño

Ir a esguaz. No han pasado cuarenta años desde que se congeló para siempre esta imagen. Un grupo de veintiocho hombres limpiando la acequia que les daba de comer. Había que hacerlo una vez al año:

- "Tarariii. Se hace saber, que el que quiera ir al esguaz se presentará el jueves a las ocho, con la "ja" y la espuerta en La Glorieta".

Hombres metidos en el fango hasta la cintura que trabajaban por la comida y un sueldo.

No hace cuarenta años. Ninguno de ellos tenía en casa televisor, si sabían qué sería un ordenador, ni los cajeros automáticos, ni el teléfono móvil. Por esas mismas fechas, había que esperar meses -y casi siempre años- para que telefónica instalara un teléfono particular.

Veintiocho hombres de Caspe (Zaragoza) haciendo, por poco más que por la comida, un trabajo de auténticas bestias. Este es un trabajo que hoy les dejaríamos -vengonzantemente- a los que vienen de fuera: los negros de todos los colores, los árabes...

Aunque aún no hace cuarenta años que se tomó esta fotografía, es difícil reconocerse en aquella sociedad: en primer lugar porque tenemos una memoria frágil y, en segundo lugar, porque hemos cambiado mucho (la tecnología, la educación, la legitimidad de todo el sistema, la jerarquía social, los valores, etc.).

Y es que a pesar de todas las contradicciones, nunca hemos tenido un país mejor que ahora.


La fotografía la tomo de Barceló, A. y Serrano A. (1999): Afanes cotidianos. Estampas de oficios y trabajos en el Bajo Aragón (1999), Zaragoza, Grupo Cultural Caspolino

08 diciembre 2011

Marta

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12 octubre 2011

La ofrenda de flores: hacer juntos, mirar juntos

En Aragón es frecuente que las vísperas de las fiestas sean tan importantes como las propias fiestas. Así ocurre con la ofrenda de flores que para mí se iniciaba, en realidad, la víspera del día del Pilar cuando acompañaba a mi madre a recoger el ramo de claveles, me probaba el traje de baturro que me hizo mi tía y preparábamos la bota para llenarla de naranjada, el pan y el chorizo para las alforjas, y la gayata –todo aquello era para mis hermanos y para mí el complemento natural del vestuario–. Algunos años después, la víspera de la ofrenda fue la primera noche que pasé en vela, callejeando sin norte, repartiendo el rato entre los bares –pocos bares, que había que estirar las escasas pesetas de que disponíamos para todas las fiestas– y los bancos del paseo mientras reíamos por todo y por nada, como sólo se ríe a los diecisiete años. La víspera de la ofrenda de flores fue para nosotros una suerte de proceso iniciático que nos permitía ingresar en el club de quienes habían sido capaces de estar una noche entera sin dormir. Cuando clareaba el día tomábamos un chocolate con churros y nos acercábamos al Pilar, a la calle Alfonso, o a la Facultad vieja de Medicina para ver como se organizaban los grupos de baturros más madrugadores.

Cuando en 1958 se celebró la primera ofrenda de flores predominaba la tristura del gris en todo el país y había mucho silencio en la sociedad zaragozana. El dictador aún viviría 17 años más y la sombra del régimen se proyectaría después de su muerte. Las fiestas del Pilar eran las fiestas de una ciudad sin ciudadanos porque solo se puede ser ciudadano si se es libre. Algunos se empeñaban en ser ciudadanos contra viento y marea y ejercían la ciudadanía clandestinamente en las catacumbas de la libertad. La ofrenda de flores nos devolvía, por un instante, la condición de ciudadanos que podían disfrutar de su ciudad. La ofrenda permitía a la gente reunirse cuando estaba prohibido el derecho de reunión y conversar mientras caminaban por las calles de Zaragoza.

Durante la Transición, cuando se intentó terminar con algunos recuerdos de la dictadura, hubiera podido ocurrir que la ofrenda resultara un acto anacrónico y perdiera todo el interés. Baste pensar en las jotas patrioteras y fascistas, las celebraciones del día de la raza y del día la hispanidad, la proximidad entre el régimen del general Franco y la jerarquía de la iglesia católica… Por si todo esto fuera poco, en 1913 Alfonso XIII había declarado a la Virgen del Pilar patrona de la guardia civil. Aquello era lo último que le faltaba al día 12 de octubre para convertirse en una lejana y extraña celebración. Todo indicaba que la ofrenda de flores moriría de inanición porque no le interesaría a nadie. Pero no fue así. La ofrenda se vigorizó y se convirtió en un elemento de expresión de los ciudadanos que querían tomar la calle con una ceremonia que no era ni una procesión ni un desfile.
Una de las claves del éxito de la ofrenda radica en que en ella participan todos los que están en la calle. La ofrenda es tanto de como quienes se visten y llevan flores como de quienes miran. La mirada de los otros, la mirada necesaria e imprescindible, nos hace existir. Los que se exhiben y los que contemplan hacen posible el ritual de tomar la calle, de compartir un propósito. La ofrenda nos brinda la oportunidad de ser por un día “nosotros”, la oportunidad de participar en una liturgia ciudadana. Ir a la ofrenda es colaborar en una tarea común. Desde las aceras miramos pasar a la gente vestida con el traje del país como se mira discurrir un río o como se contempla el mar en invierno. La marea de colores nos purifica al tiempo que despierta en nosotros un sentimiento de pertenencia, un sentimiento de identidad. La ofrenda de flores es una fiesta asamblearia. Todo el mundo forma parte del yo colectivo que ese día sale a la calle para pasear, para dejarse ver y para mirar, para ocupar un espacio que le pertenece. La ciudad es de los ciudadanos o no es de nadie. La ofrenda permitió que pasáramos de ser espectadores de la fiesta a ser los protagonistas.

La ofrenda es una ocasión para hacer algo entre todos, para confeccionar un gigantesco manto de colores para la Virgen del Pilar, un manto en el que predominan flores humildes como los claveles, la esparraguera, los lirios o los gladiolos, un manto efímero y breve como son breves y efímeras las cosas que nos hacen más felices.

El éxito de la ofrenda también reside en su simplicidad. Sólo hay que recorrer unos centenares de metros para depositar un ramo de flores. No es necesario ser de un club, de una asociación ni de una cofradía. No hay que ensayar ni hay que superar una prueba de ingreso. No hay que reunir unas condiciones físicas especiales. La ofrenda está abierta a todos. Se puede ir sólo, en pareja, con la familia, con un grupo de amigos… No importa quien seas ni de dónde hayas venido. No importa el traje que lleves, ni la edad que tengas, ni los bailes o las canciones que te conmuevan. Todo el mundo es bienvenido. Hay en la ofrenda un componente imprevisible, un caos dentro del orden.

La ofrenda de flores es un acto que ha perdido su carácter estrictamente religioso, aunque a veces tengo la impresión de que la relación de los aragoneses con la Virgen del Pilar no se explica exclusivamente desde las convicciones o las creencias religiosas. Recientemente, José Manuel Ontañón me contaba que el primer viaje que hizo después de la guerra civil fue de Madrid a Zaragoza. Vino con el encargo de cumplir la promesa que su madre, la maestra María Sánchez Arbós, le había hecho a un miliciano aragonés de la Columna Durruti a quien atendió en el Hospital de sangre en donde ella trabajaba voluntariamente. Aquel hombre le pidió justo antes de morir que le pusiera en su nombre una vela a la Virgen del Pilar.

Afortunadamente, los niños y los jóvenes no han oído hablar de la fiesta de la raza y desconocen el contenido patriótico que quería dársele a la fiesta de la hispanidad… Ni siquiera han visto en la televisión en blanco y negro de nuestra infancia Agustina de Aragón, protagonizada por Aurora Bautista, la película que veíamos las tardes del 12 de octubre. Hoy algunos participan en la ofrenda de flores por devoción, otros por seguir con la tradición que heredaron de sus padres. Para muchos la ofrenda es, simplemente, la ofrenda, un día para tomar la calle, para hacer un ejercicio de ciudadanía que nos permite sentir la ciudad como algo propio, que nos permite recorrer las principales calles de Zaragoza para construir algo entre todos. Los que participan en la ofrenda –quienes llevan flores y quienes miran– son más felices que hace 50 años porque vivimos en una sociedad democrática, infinitamente más culta y más justa que aquella que contempló por primera vez en 1958 como se elaboraba, clavel a clavel, un manto para la Virgen del Pilar.

Víctor Juan
(El periódico de Aragón 12 de octubre de 2008)

14 julio 2011

Deudas de serie

Deudas. Desde hace meses, entre los mensajes basura que colapsan mi cuenta de correo, recibo uno que lleva por título «cancele sus deudas». Estoy tentado de llamar al número de teléfono que me indican para que todas mis cuentas pendientes se pongan a cero.

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De serie. Algunas cosas en ti tienen poco mérito o ninguno: la sonrisa, la mirada, el color de tu piel y de tu pelo, la forma de tus manos... Forman parte de tu equipamiento de serie. Lo que más me gusta de ti son los extras que has conquistado con el tiempo: la inteligencia, la palabra, el rigor, la voluntad de querer.

19 junio 2011

un paseo

Ayer me regalé un paseo por el centro de Zaragoza: Don Jaime, el Coso, Alfonso, plaza del Pilar, plaza de San Bruno, San Vicente de Paúl... Tuve la certeza de no haber mirado nunca la ciudad como ayer la miré

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Levantar el campamento, por Daniel Gascón en Letras Libres

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Carlos Terreu, uno de los administradores concursales del Real Zaragoza, fue compañero mío del bachillerato. Nos reímos tanto juntos que quizá la felicidad compartida me autorice a sugerirle algunos fichajes. He visto el listado de acreedores del Real Zaragoza. En realidad, solo falto yo en ese listado.

05 junio 2011

Esperanza

Estos días -y todos los días- hemos de buscar las palabras en las que anida la esperanza

03 junio 2011

Pasa el tiempo tan suave...

Ayer comentaba cosas de mi infancia con el profesor de solfeo de mi hija -un señor de veinticuatro años que además de profesor de música es especialista en Aristóteles, habla latín y griego clásico, francés, inglés y griego moderno- y cuando quise comparar «la escuela de nuestros tiempos» me dijo «¡pero si tú podrías ser mi padre!...» y tiene razón. Brad Pitt. Pepe Melero y yo aún podemos interpretar papeles de jóvenes adolescentes, pero es cierto que el tiempo se pasa tan suave...

15 mayo 2011

Como dios quiso que fuera

Cuando me puse en viaje supe que aquella iba a ser una carrera de al menos una parada. Técnicamente me convenía parar en el kilómetro cincuenta. No cambiaría neumáticos. Me la jugaría con los neumáticos duros. Al ir a pagar asomaron entre mis tarjetas de crédito las tarjetas de abonados del Real Zaragoza de mi hijo y la mía. El empleado de la estación de servicio casi me dio el pésame y me dijo que la joven que le acompañaba era del Barça. Le felicité por ello:

-Enhorabuena, será usted muy feliz en este mundo.

-Si usted entendiera de fútbol también sería del Barcelona.

-Qué va. Imposible. Si usted entendiera realmente de fútbol sabría que no elegimos el equipo al que pertenecemos y que en esta vida se puede cambiar de casi todo: de trabajo, de casa, de pareja, de país o de sexo, pero uno no puede dejar de ser del equipo que dios quiso que fuera.

Sólo así se entiende la absurda tristeza que nos produce la derrota o la absurda alegría que nos acompaña cuando, de tarde en tarde, ganamos un partido.

Esta noche se juega el partido de nuestra vida. Cada partido es, en realidad, el partido de nuestra vida. Durará unos noventa minutos y después de que el árbitro pite el final del encuentro nosotros alargaremos con palabras durante el resto de nuestra vida la efímera alegría o puta la tristeza.

29 abril 2011

Asuntos pendientes

Una cena, una conversación, abrazarte, un libro, un viaje, un café, besarte... Contigo quiero tener siempre asuntos pendientes, una razón para pensar en ti, para volver a verte y aunque finalmente se pase la vida -porque el tiempo se pasa muy suave- sin que hayamos encontrado la ocasión para para cenar juntos, para abrazarte o para hacer ese viaje que proyectamos tantas veces, lo más importante es que vivo sabiendo que entre tú y yo hay asuntos pendientes. Es la vieja tensión entre la potencia y el acto. Por eso, aunque a veces no me entiendas, prefiero saber que puedo besarte a besarte.

Un día me esperaba a mí mismo

A veces, muy pocas veces, uno tiene el privilegio de sostener en las manos un libro tan hermoso como un libro hermoso. Ni más ni menos. Un libro de diseño cero, un libro que invita a leer, un libro que es todo lo que una persona razonable espera de un libro. Un libro en el que se ha cuidado la tipografía, la selección del papel, el color de la cubierta, la partición de las palabras, las líneas viudas... La sensación de belleza que transmite un libro-libro, un libro hecho con amor, es tan difícil de explicar que lo mejor es no decir nada. Compren Un día me esperaba a mí mismo de Miguel Ángel Ortiz Albero, editado por Jekill&Jill editores y entenderán qué quiero decirles.

25 abril 2011

Folletín coleccionable

Cada domingo y fiesta de guardar, publicaré una nueva entrega de este coleccionable. Ustedes podrán ordenar los párrafos como mejor les parezca.

I. «Cogió las llaves, se palpó los bolsillos buscando el teléfono, el paquete de pañuelos, la pluma estilográfica, la billetera... Repetiría ese mismo gesto varias veces al día. Siempre le parecía que le faltaba algo. Y tenía razón: siempre le faltaba algo».

21 abril 2011

Como una caja de herramientas

Como cualquier humanista, tengo un par de cajas de herramientas que son una metáfora perfecta de mi vida. Hace unos diez años que no las ordeno -ni las cajas ni la vida misma-. En estas cajas los objetos han encontrado su lugar natural, el lugar que el destino, el azar o su propia existencia les ha reservado. Cada vez que busco un tornillo, lo remuevo todo. A veces lo encuentro y entonces lo meto todo como dios me da a entender, sin pensar que habrá una próxima vez. No tengo más remedio que confiar en mi capacidad para encontrar la lógica que preside el caos.

20 abril 2011

Que tanta maldad nazca de la nada

Esta mañana me ha dado por coger la azada y picar un poco -apenas nada, que yo soy de poco picar- las hierbas del huerto. Mientras mi espalda se quejaba, me he acordado del tio Pedro, un hortelano a quien conocí hace veinticinco años, cuando él ya había superado los ochenta. Decía que las malas hierbas las echaban los franceses por la noche. Entonces no le creí, pero ahora sé que tenía razón. No puede ser que tanta maldad nazca de la nada.

12 abril 2011

Jekyll&Jill editores

Cada 10 de abril, salvo que por esas puñetas de la vida estemos en un bisiesto, se cumplen cien días desde que estrenamos el año. Se terminó el período de prueba, el margen de confianza, el tiempo de adaptación. Después del 10 de abril entramos en el tiempo definitivo, en los días en los que hay que exigirle al año que nos dé lo que nos prometió, lo que esperábamos de él. Y yo, en este tiempo definitivo, he de darles una gran noticia. Jessica Aliaga Lavrijsen y Víctor Gomollón han creado una editorial, Jekyll&Jill. Inician su catálogo con la novela Un día me esperaba a mí mismo del escritor Miguel Ángel Ortiz Albero.
El día 17 de abril -ya falta menos, aguanten un poco más la tensión- estarán los cuatro -editores, autor y novela- celebrando el Día del libro en el Paseo Independencia. José Giménez Corbatón presentará Un día me esperaba a mí mismo en la librería Cálamo, el martes 26 de abril a las 20 h. Pero de eso ya les daré cuenta cuando llegue el momento. Hoy alegrense del nacimiento de Jekyll&Jill.

11 abril 2011

Fórmula magistral

Hacer pocas cosas. Solo aquello que nos apasione.

Buscar la sencillez. Nada tiene tanta fuerza como lo simple.

Eliminar todo lo que no sea estrictamente necesario.

Empezar siempre de nuevo. En cada ocasión, todo.

Empeñarse en aquello que se ha soñado primero.

20 febrero 2011

Elisa y Marcela. Más allá de los hombres

Es bien sabido que el magisterio fue un colectivo controlado por la iglesia y por los caciques de cada época, y que las maestras estuvieron sometidas a la estricta vigilancia de la sociedad. Gran parte de los expedientes incoados a maestras estaban relacionados con su vida privada, con sus comportamientos extraescolares y no con cuestiones estrictamente derivadas de su trabajo en las aulas. La vida de las maestras, sobre todo en los pequeños núcleos rurales como en los que trabajaron Elisa y Marcela, se reducía a la escuela y la iglesia. En este contexto de falta de horizontes, dos maestras reunieron el valor suficiente para enfrentarse a la sociedad y procuraron, por encima de cualquier otra cosa, su felicidad. Por eso se casaron –sirviéndose de mil argucias, mintiendo como mienten los enamorados– en la parroquia de San Jorge de Coruña el 8 de junio de 1901. Aquel fue, como se calificó en la prensa, un matrimonio sin hombre.

Marcela y Elisa hicieron cuanto estuvo en su mano para amarse. Por estar juntas renunciaron a su trabajo, a su familia, al país en el que habían vivido, se enfrentaron a burlas, censuras, insultos y acusaciones injustas. El malditismo de estas maestras fue una creación de los medios de comunicación de la época, tal y como demuestra Narciso de Gabriel en su búsqueda de datos sobre este episodio en las páginas de la prensa gallega, en la prensa de Madrid, de Portugal o de Buenos Aires. Los periódicos buscaban el sensacionalismo, publicitando los aspectos más escabrosos de la imagen de estas dos mujeres que decidieron amarse a costa del dolor, del desprecio, de la burla y de la condena pública. Y esta persecución mediática fue rentable. La revista Nuevo Mundo vendió en los días 3 y 4 de julio de 1901 cerca de veinte mil ejemplares, algo inusitado en la época. Cuando en 1904 los medios de comunicación dejaron de ocuparse ellas, se les pierde la pista, como si Elisa y Marcela hubieran desaparecido de la historia.

Aunque siempre se ha perseguido a quienes sueñan y a quienes son felices, estas maestras tuvieron el valor para enfrentarse consigo mismas, el valor de aceptar sus deseos y de luchar por sus sueños para no llevar una existencia hipócrita.

El profesor Narciso de Gabriel nos tiene acostumbrados a trabajos rigurosos, hechos sin ruido y sin prisa, estudios demorados, investigaciones a las que dedica el tiempo que cada proyecto le demanda. Así lo hizo, por ejemplo, en Escolantes e escolas de ferrado (2001), en Ler e escribir en Galicia (2006), o en una investigación particularmente cargada de valores éticos, origen del brillante artículo publicado en el año 2000 en esta misma revista: «Arximiro Rico. Vida e morte dun mestre republicano», y, ahora, con Elisa e Marcela, Alén dos homes (Nigratrea, 2008) ha demostrado que es posible esperar quince años para completar todos los detalles de una «una de las más extraordinarias historias de amor de todos los tiempos», como califica Manuel Rivas a la historia de Elisa y Marcela en el prólogo a la edición en castellano de la obra.

Afortunadamente Narciso de Gabriel es el historiador tranquilo que lee sin prisa, escribe acariciando cada palabra –esa pasión por la escritura bien hecha le ha valido premios tan prestigiosos como el María Barbeito, el Losada Diéguez, el Crítica Galicia y el Concepción Arenal–. Narciso de Gabriel no ha caído en la tentación de querer publicar una exclusiva, una primicia sobre una historia tan apasionante. Para demostrar esta pasión por el trabajo bien hecho basta reparar en las 522 notas al final del texto, en el brillante análisis de las claves interpretativas que Narciso de Gabriel ha hecho en la segunda parte del libro -hermafroditismo, lesbianismo, travestismo y feminismo- o en el detallado anexo en el que se reproducen documentos esenciales para entender e interpretar este suceso.

No puedo escribir en Sarmiento. Anuario Galego de Historia da Educación sobre este libro ni sobre su autor sin tener un recuerdo de admiración y de cariño para Herminio Barreiro, un profesor que hizo suya la promesa de Protágoras cuando invitó a Hipócrates a que fuera su alumno: «Si me acompañas te sucederá, cada día que estés conmigo, que regresarás a tu casa hecho mejor ». Y eso es lo que le ocurrió a Narciso de Gabriel y a un puñado de historiadores gallegos que proyectan de mil maneras en sus clases, en sus investigaciones y en cuanto escriben el poso que dejó en sus vidas el privilegio de haber conocido a Herminio Barreiro.


Víctor Juan

De Gabriel, Narciso, Elisa y Marcela. Más allá de los hombres, Barcelona, Editorial Libros del Silencio, 2010
Reseña publicada en la revista Sarmiento (Anuario Galego de Historia da Educación) correspondiente al año 2010

02 febrero 2011

Un proyecto nuevo

Un gran proyecto. Después de pensarlo -pensar es relativamente fácil-, me dije que lo mejor era dejarlo estar. Pero no. Voy a embarcarme en esta historia. Durante los próximos meses seré el doctor Livingstone (supongo).

06 enero 2011

Cualquier cosa

Daría casi cualquier cosa por poder escribir hoy una carta a los reyes magos, por recuperar la emoción de la infancia, por abrazar a las personas que me hicieron tan feliz cuando era niño, por escuchar a mi abuelo Valentín enfadarse con el mundo («Ten cuidado, maño -me decía-, aquí, si te descuidas, te quitarán hasta la manera de andar»).

Daría casi cualquier cosa por poder contarle a mi padre cómo quiero a mis hijos.

Daría casi todo lo que me pidieras por volver a hablar contigo como hablábamos cuando solo queríamos ser.