Mariano Gistaín vive permanentemente asombrado y el asombro le permite mirar el mundo como si todo lo mirara por primera vez. Por eso demuestra la genialidad de los visionarios, de los adelantados a su tiempo. Al fin y al cabo, Mariano fue el primer Blasillo de Huesca y todo el mundo lo quiere porque contagia felicidad.
Mariano regala su talento sin darle importancia a nada, sin darse importancia a sí mismo, como quien sabe que mañana, esta tarde o dentro de un rato, volverá a hacerlo y lo hará mejor.
Mariano es una factoría perpetua de buenas ideas, un castillo de fuegos artificiales de amistad, un torrente inagotable de talento.
Luis Buñuel y yo admiramos a Mariano porque don Luis y yo pensamos que hay que ser algo más que buen escritor para merecer admiración y Mariano es mucho más que un buen escritor.
El pasado jueves, 4 de enero, Mariano Gistaín, acompañado de un montón de amigos, presentó en el salón de actos del Instituto de Estudios Altoaragoneses Familias raras, el volumen número 18 de la colección Letras del Año Nuevo. En Familias raras se recogen tres cuentos trepidantes, sorprendentes, de final imprevisible. Tres cuentos de esos que te hacen amar y odiar al autor al mismo tiempo porque uno es feliz desde que empieza a leer la primera línea y porque las historias se acaban cuando todos querríamos más. La originalidad, la ternura, la ingenuidad de los personajes son, como todo el mundo sabe, la ingenuidad, la ternura y la originalidad de Mariano.