07 agosto 2006

Que el hombre te ignore


He reunido algunos textos de mi hermanico Víctor Pardo y los he guardado en un rincón de esta casa.

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Esta osa vive en Borce, cerca de Bedous (Francia), tiene 34 años y una hija de 4, que debe de estar en plena adolescencia a juzgar por las discusiones que mantenía por cualquier cosa y sin venir a cuento con su madre.
No me extraña que a mi hermano Carlos le fascinen estas criaturas. Cuando éramos pequeños, algunas tardes de verano o algunos domingos por la mañana salíamos de paseo con nuestros padres, nos acercábamos hasta el parque Bruil y veíamos de lejos al oso que estaba preso en una inmunda jaula. No me gustaba acercarme. Era un espectáculo lamentable. Relaciono en mi recuerdo la imagen de aquel animal enloquecido, la triste estampa del oso desesperado, entristecido y deprimido por la crueldad de los humanos con la dictadura del general Franco. Quizá porque conocí a algunas personas que miraban con la misma mirada del oso cautivo y vivían con la misma resignación y falta de esperanza con la que el oso consumía sus días, pisoteando sus excrementos mezclados con las barras de pan duro que la gente le arrojaba al interior de la jaula. Relaciono al oso tuerto por la perdigonada que le acertó cualquier hijoputa, que a buen seguro celebraría a risotadas su bravuconada, con la falta de sensibilidad que caracterizaba al país. El pestilente oso del parque resume en mi recuerdo la suciedad de una sociedad mugrienta, indiferente al sufrimiento. Creo que una de las primeras campañas ciudadanas en la Zaragoza de los años setenta fue la reclamación de la libertad para el oso del Parque Bruil. No estoy seguro de que por fin se lo llevaran de aquella jaula. No sé qué fue de él. No supe qué edad tenía, de dónde había venido, ni si recuperó parte de la dignidad que los hombres le robaron. Ojalá muriera lejos de cualquier mirada humana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué triste, igual me sucedía a mi de pequeña cuando veia cosas semejantes.

Hace unos días fui a casa de una amiga y a un par de casas más adelante de la de mi amiga, tenían a un perrito amarrado, era una especie de cochera que daba a la calle. Pues el perrito ahí como, ahí duerme, ahí se mueve (lo que le permite la correa) y no lo han bañado nunca. Casi lloré de ver esto, y voy a hablar a la protectora de animales, ojalá puedan hacer algo. Detesto, profundamente, el maltrato en general, y el de los animales me oprime el espíritu. No tienen a nadie quien los defienda cuando esto les sucede.

En fin, el mundo...

Anónimo dijo...

*carne de gallina*