13 septiembre 2006

Un fumador que no gasta tabaco

Dejé de fumar en el peor momento: dos días antes de defender la tesis doctoral. De nada me sirvieron los consejos de mi familia ni los avisos de mis pulmones: dejé de fumar cuando me llegó la hora de hacerlo. Ahora se cumplen diez años desde que no gasto tabaco. Dejé de fumar humildemente, sin saber cuanto tiempo sería capaz de aguantar sin encender un cigarrillo, un cigarro o una de aquellas maravillosas pipas. Sí, yo le daba a todo. Durante los primeros meses viví con la certeza de que nunca volvería a ser feliz. Por esas fechas yo iba un par de veces por semana a la cárcel. Allí, ya se sabe, no se puede hacer casi nada, pero se fumaba generosamente. La gente fumaba como corachas. Una mañana me ofrecieron un truja y lo rechacé:
- Hace tiempo que no fumo -le dije-. A veces sueño que fumo y cuando me despierto me siento culpable por haberlo hecho.
- Yo también sueño a veces que hago cosas que hace tiempo que no hago, pero cuando me despierto no me arrepiento nada.
Al leer el artículo de Jesús Marchamalo que recomienda Magda Díaz Morales en su inabarcable página he recordado que soy un fumador que hace 10 años que no gasta tabaco.
Me equivoqué: he sido sido feliz sin tabaco. He sido feliz casi siempre de manera inesperada. He sido feliz cuando no tocaba serlo. Me han ocurrido cosas que no hubiera imaginado.
Llueve fuera mientras escribo.
No necesito nada más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Victor, aunque dejaste de fumar cuando llegó la hora de hacerlo ¿costó mucho trabajo? Admiro a quien puede dejar de hacerlo así, por decisión.

Un abrazo para ti.

Javier López Clemente dijo...

Alguien me dijo que uno es fumador hasta que olvida el tiempo que lleva sin encender un pitillo.