25 agosto 2010

Aviso para maestras y profesoras que empiezan a trabajar este curso

Pocos de ustedes lo recordarán, pero hace unos pocos años Radio Nacional de España era la única emisora autorizada para dar noticias, unos boletines informativos que mi abuelo llamaba, con razón, «el parte». No teníamos teléfonos móviles -ni teléfonos, que en algunas zonas había que esperar algunos años hasta que Telefónica encontraba un rato para instalar una línea-. Yo escuchaba atentamente los avisos que cada hora se daban por Radio Nacional: «Este es un mensaje para Pedro Rodríguez que circula por alguna carretera de Castilla la Vieja: póngase en contacto con su hermana por asunto familiar grave». Y me quedaba intrigado por la apasionante vida del señor Rodríguez, un tipo que surcaba las españas y que tenía asuntos familiares que no podía desatender...

Yo quisiera localizar a maestros y profesores que empiezan a trabajar este curso, a personas que por primera vez traspasarán las puertas de un aula inaugurando la condición de maestros, maestras, profesoras o profesores. Tengo una oferta para ellos que no podrán rechazar.

Si conocen a alguien que cumpla estas condiciones, por favor, escríbanme

22 agosto 2010

Problemas de foco

Tengo cuarenta y seis años, los mismos que acababa de cumplir Ramón Acín cuando solicitó por última vez una pensión a la Junta para Ampliación de Estudios para estudiar en París los modernos procedimientos de la enseñanza del Dibujo. A veces me sorprende el color del amanecer o el olor del mundo cuando mis vecinos cortan el alfalce. Siento cómo crecen Blanca y Guillermo mientras construyen su personalidad, su idea de lo bueno y me digo que me gusta vivir.

Como siempre se paga un precio, después de mirar el mundo durante cuarenta y seis años tengo problemas de acomodación. Mis ojos ya no reaccionan como antes frente a los cambios. Me cuesta mirar de cerca -y de lejos- y estoy unos segundos ciego cuando paso de la luz a la oscuridad. Pero no me quejo. Todo lo doy por bueno: la ilusión, los sueños, los proyectos, el dolor, las decepciones, la risa y el llanto, los silencios, la vista cansada... A pesar de mis problemas de foco me gusta vivir y procuro buscar la distancia justa para mirar el mundo, para entenderlo y entenderme.

Y tengo la ilusión intacta: el mismo deseo de desnudarte y las mismas ganas de que sea, cada día, mañana.

16 agosto 2010

Relaciones personales

El viernes estuve a punto de volver a mis orígenes al comprar un portátil de Mac. Lo tuve en las manos, leí una y otra vez sus características técnicas y al final lo dejé estar. Compre un VAIO que traía incorporado el Windows 7. Cambiar de sistema operativo es como cambiar de país o de pareja: nuevos paisajes, músicas, palabras, nuevas necesidades... Lo que ha funcionado antes no funciona ahora, incompatibilidad de lenguajes -y de caracteres-.

El primer día estuve trasteando con el aparato hasta las cuatro de la mañana. Con paciencia y temple para la negociación conseguí incluirlo en el mismo grupo de trabajo del resto de los ordenadores de casa, a pesar de que trabajan con sistemas operativos distintos. Lo dejamos todo más o menos claro, salvo el caso de la HP Laset jet 1010 que tan buenos servicios me ha prestado. El nuevo aparato, en un gesto que sólo puede interpretarse como pura soberbia electrónica, se negaba a reconocerla, a darle un nombre, a hacerle un sitio en sus updates.

Estuve taciturno todo el sábado, melancólico de una melancolía que nace del recuerdo de otros sábados, de los proyectos agostados (agostizados, quizá), esperando noticias de Niza, esperando noticias en general. Hablé un rato con Pepe Melero y enseguida se disipó esta tristeza húmeda de ceros y unos.

Pasé el día de la virgen buscando aquí y allá respuesta a mis problemas, dándome de hostias con el antivirus -los antivirus siempre quieren hacer la guerra por su cuenta- y después de cenar, al filo de la medianoche, el capullo de SONY, el tipo de la carcasa reluciente, se avino a razones e instaló la impresora. Me he guardado de recuerdo la página de prueba que la HP imprimió con sus códigos incomprensibles, con el nombre de los drivers, con la ruta de impresión.... Al fin y al cabo es como nuestra particular representación de «La rendición de Breda».

Después de tanta actividad, de esta suma de inquietudes y zozobras no es raro, pues, que me sienta como El capitán de su calle de Joaquín Sabina.

12 agosto 2010

«Usted y yo lo pasaríamos bien: nos gusta vivir»

Ayer por la tarde leí Regular, gracias a dios de José Antonio Labordeta, un libro escrito por un hombre a quien le gusta estar con sus nietas, pasear por el Pirineo, mirar el mar, cenar con sus amigos en casa Emilio, escribir, escuchar la radio, reírse de sí mismo, leer, cantar, veranear con Juana en su casa de Altafulla.
A Labordeta le quiere mucho la gente.
En Regular, gracias a dios Labordeta recuerda su infancia, a sus padres y a sus hermanos, a sus hijas, a sus compañeros del Central, a otros cantautores. Los recuerdos le devuelven la imagen de una Zaragoza que él ama como pocos de nosotros. En este libro Labordeta repasa su vida de militancias radicales: la amistad, el compromiso con la gente a la que hizo suya, la palabra.
Regular, gracias a dios es un libro tierno, conmovedor. Un canto a la vida. Se han pasado cuatro años desde que le hablaron del PSA y le diagnosticaron un cáncer de próstata. Recibe cada día las visitas y el cariño perpetuo de sus amigos. Recorre veinte veces cada mañana el pasillo de su casa para decirse a sí mismo que está vivo.
A José Antonio Labordeta le gusta vivir, tal y como descubrió enseguida María Laura, la propietaria del Hotel San Martín de Altafulla.