11 agosto 2006

El olor de la vida en sazón

La higuera ya se arrastra por el suelo. Demasiado peso para la frágil madera de sus ramas. Cada año contemplo este ceremonial que me devuelve a los días más felices de mi infancia cuando aprendí que el tiempo se escapaba sin remedio, que era inútil empeñarse en detenerlo, que cada verano es igual y diferente al anterior. Primero se ajarán sus vestimentas como si fueran pobres o mendigos. Luego se enrojecerá su ojo de cíclope, un ojo dispuesto para el llanto por el que llorarán una lágrima de azúcar, casi de miel. Finalmente, su cuello parecerá el de un ahorcado. En unas semanas los pájaros serán felices picoteando los higos más maduros, los mejores, los inalcanzables, los que eligieron nacer más cerca de sol, en lo alto del árbol. De los higos lo que más me gusta es el olor. Caen al suelo y se mezclan con la tierra. El olor de la vida en sazón, el olor del final del verano.

* * *

Todo va a cambiar, Salinas. Y yo lo quiero todo, como si esto fuera Renault ocasión

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola
por fin he cambiado el enlace a tu blog por el de blogteca, no sé ni dónde están los archivos

qué tal todo ?

lo de Salinas me ha llegado al alma

besos

m ; )

Anónimo dijo...

Parece que las higueras tienen magia...