05 agosto 2006

Gritar contra el viento


Agnes Hudgson, A una milla de Huesca. Diario de una enfermera australiana en la Guerra Civil española. Edición de Judith Keene y Víctor Pardo Lancina. Zaragoza, Rolde de Estudios Aragoneses/Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005.

Como escribió José Luis Melero en Leer para contarlo, a veces un libro tiene una historia tan apasionante que merecería contarse en otro libro. A una milla de Huesca es el diario personal de Agnes Hodgson (1906-1984), una enfermera australiana que recorrió el mundo para colaborar con el Gobierno de la República española en su lucha contra el fascismo. El 24 de octubre de 1936 Agnes Hodgson embarcó junto a otras tres enfermeras, en el Oronsay, en el puerto de Sidney y llegaron a Marsella un mes más tarde. En el monumento erigido en Canberra a la memoria de los sesenta hombres y una docena de mujeres que fueron voluntarios en la guerra de España puede leerse: “A pesar de ser pocos y de no ostentar poder alguno, y aunque parecían a menudo gritar contra el viento, su gesta fue verdaderamente, un capítulo de valentía en la historia de Australia”.
La profesora Judith Keene, especialista en la Guerra Civil española, anotó y editó este diario en 1988. Alberto Gil Novales escribió sobre los libros que sería necesario traducir y en aquella relación mencionaba el diario de Agnes Hodgson. El ingeniero Paul Adkinson, que trabaja en Huesca, le encargó a un amigo que comprara en Londres The last mile to Huesca y le contó a Jesús Castiella, natural de Grañén, que Agnes había estado en su pueblo. Paul Adkinson hizo la primera aproximación a la traducción del diario –que ha completado finalmente Isabel Pahissa- y la dejó depositada en el Instituto de Estudios Altoaragoneses. En cuanto Víctor Pardo leyó el texto y se dio cuenta de la importancia de este libro para todos nosotros, ofreció al Rolde de Estudios Aragoneses la posibilidad de editarlo.
Además del prólogo de Gabriel Jackson, A una milla de Huesca incluye el estudio de Judith Keene sobre la Guerra Civil en el que nos ofrece la visión de la situación española desde Australia y la documentadísima investigación de Víctor Pardo sobre la guerra en los Monegros. Víctor Pardo ha terminado conociendo a todos los protagonistas de esta historia. Ha escuchado a las personas que tenían algo contar, ha leído sus memorias, ha buceado en archivos familiares, ha recorrido los escenarios, ha recogido el testimonio de personas como José María Marcén, Adoración Abad, Jesús Anoro o Roberto Mateo que guardaban el recuerdo palpitante de los días de lucha, de terror y de esperanza. Sabemos que todo fue real porque hace setenta años hubo hombres y mujeres que se enamoraban, sufrían, lloraban y escribían poemas, llovía o hacía calor, se dejaban seducir a la luz de la luna, se amaban, les mordía el hambre, llegaban al hospital con los pies deshechos, jugaban al fútbol y al tenis, recibían cartas, posaban sonrientes para las fotografías que se recogen en el magnífico álbum que cierra el libro, morían destrozados por la metralla, envenenados por los microbios o por la sangre corrompida.
A una milla de Huesca es un espacio literario, metafórico y simbólico en el que ocurrieron episodios solidarios, hermosos y crueles en medio del gran desastre, el mismo territorio en el que Orwell se prometía tomar un café en Huesca, una suerte de Macondo en el que Víctor Pardo se ha sumergido para escribir los nombres de las víctimas y el de los verdugos, para devolvernos la memoria, aunque sea la amarga memoria, tan nuestra como al gozosa memoria de los días felices.
A una milla de Huesca refleja la vida en un hospital de guerra, la vida tal y como la pudo vivir una enfermera australiana que llegó a Grañén cuando tenía 30 años. Junto a las anotaciones que nos hablan del cansancio, de la desesperación, de la tristeza y de la impotencia ante las vidas segadas y las amputaciones, Agnes Hodgson se detiene en las excursiones, en los baños en el río, en los bailes, en las canciones, en las muchachas vestidas con sus ropas de domingo... Pinceladas que terminan conformando un desgarrado cuadro de lo que fue la guerra y de la vida, claro, que nos arrastra a pesar de todo.

Víctor M. Juan Borroy

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