Desde que la miré por primera vez, supe que nada me iba a hacer tan feliz como su felicidad. Pronto cumplirá quince años. No sé donde se me han metido cada uno de esos cuatro mil y pico días. No sabría decir qué he hecho con el tiempo. Pero tengo la certeza de que lo más importante ha sido acompañarla.
Blanca toca la flauta travesera en la Banda de Música de Miralbueno. Y sé que es feliz cada jueves cuando con Víctor Aparicio, su profesor, solfea ritmos que a mí sólo me recuerdan la tabla de multiplicar. Y sé que espera el ensayo de los viernes por la tarde para sumergirse en un universo de bromas, esfuerzo, trabajo compartido, risas, superación, historias personales, repeticiones, comprensión, colaboración... Me gusta la música, pero me gusta más el mundo que Blanca descubre en la banda de Miralbueno.
Blanca participó en el VII encuentro de Jóvenes Músicos en Albarracín, una iniciativa del Instituto Aragonés de la Juventud. Allí estuvieron medio centenar de chicos y chicas entre los doce y los veinte años. Prepararon un concierto, grabaron un disco, lo estrenaron en el auditorio de Albarracín y hoy ofrecerán ese concierto en el Auditorio de Zaragoza, uno de los mejores auditorios del mundo.
Blanca hace el solo de pícolo inicial en Los viajes de Gullivert de Bert Appermont. Silencio -siempre el silencio-, Un-dos, un-dos, el nudo en la garganta, el temblor en la barbilla, un-dos, un-dos, silencio. En levare todos toman aire. El director da la entrada. Compases para el flautín, entra la percusión, entran los clarinetes y entra la banda.
La felicidad existe. No le den más vueltas
06 diciembre 2009
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