Tengo la inmensa fortuna de guardar recuerdos de mi infancia. Recuerdo los rostros y las voces de las personas que amé, recuerdo cada una de mis primeras conquistas -el día que fui capaz de controlar el miedo al subir las escaleras de casa a oscuras, el día que me dejaron manejar la estral para hacer astillas, el día que me quedé en la mesa mientras los mayores tomaban café y coñac, el día que compré Viaje al centro de la Tierra con el dinero que había ahorrado durante meses...
Me recuerdo mirando el mundo, escuchando a mis padres y a mis abuelos. Fui un niño feliz de esa felicidad regalada, de esa felicidad que los demás preparaban para mí.
Hagan de su felicidad y de la felicidad de las personas a quienes quieren la razón de sus vidas.
24 diciembre 2009
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