Los chicos del coro es una historia esperanzadora. En la película se cuenta que siempre hay algo que esperar. A pesar de la tristeza infinita, del abandono, de la desconfianza y de la violencia que engendra la miseria. A pesar de los días que nos conducen a ninguna parte siempre hay razones para la esperanza.
Una de las
escenas más conmovedoras de la película es la que muestra al pequeño Pépinot
agarrado a la verja del internado, mirando hacia el camino por el que nunca viene
nadie preguntando por él. En esa posición lo encontró Clément Mathieu, el nuevo
vigilante, cuando llegó, arrastrado por sus propios naufragios, a «El fondo del
estanque», un establecimiento para la reeducación de niños con problemas
originados por las consecuencias de la II Guerra Mundial que había terminado
cuatro años antes de que Mathieu le preguntara a Pépinot:
-Hola, ¿estás
solo? ¿Qué haces ahí?
-Espero el
sábado.
-¿Por qué?
-Mi papá vendrá
a buscarme –contestó el niño sin apartar la vista del camino.
-Pero hoy no es sábado…
Pépinot miraba
con la determinación de quien sabe que el tiempo le dará la razón: un día será
sábado y sus sueños se harán realidad. Y así fue. Al final Pépinot abandona el
internado un sábado. También Mathieu encuentra en «El fondo del Estanque», cuando
parecía que en aquel infierno no podía esperar nada, un tiempo para redescubrirse
a sí mismo, para mostrar a los niños lo más valioso: la música. Y su relación con
aquellos niños sin infancia le libera de la resignación y de la autoimpuesta renuncia
a la felicidad.
Los chicos del coro nos recuerda que merecemos
ser felices y que para conquistar la felicidad que anhelamos hemos de tener
sueños. Niños y jóvenes necesitan recibir este mensaje que cobra pleno sentido si
ven la película acompañados de su familia. La presencia cómplice del adulto da
credibilidad a la historia que se narra en Los
chicos del coro y autentifica los sentimientos que la música, las imágenes
y las palabras despiertan.
Cuando mi hijo
Guillermo veía las primeras películas con nosotros siempre preguntaba si los
personajes que aparecían en la pantalla eran buenos o malos. Los niños
necesitan crecer sabiendo qué es lo bueno y sabiendo que aunque la maldad
existe, es posible combatirla. Necesitan que compartamos su incertidumbre y su
emoción, que les ayudemos a entenderse. Y para eso es condición imprescindible la
cercanía y la complicidad que se crea entre quienes comparten una aventura
esperanzadoza como la que se propone en Los
chicos del coro.
Víctor
Juan
1 comentario:
Interesante comentario, es más, me provoca el interés por ver una película que desconozco. Los sueños son nuestro motor de vida, nuestro aliciente y así se debería hacer sentir desde siempre.
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