22 enero 2013

Tres lecciones de cosas



Ramón Gil Novales. Hijo Predilecto de Huesca
Huesca, 22 de enero de 2013

Víctor Juan
Durante el primer tercio del siglo XX llegaban a España las ideas de la Escuela Nueva, un movimiento de renovación pedagógica que estaba transformando la educación europea. Frente al aprendizaje rutinario y memorístico, uno de los principios que defendían aquellos educadores era la intuición y se animaba a los maestros de la época a desarrollar lo que en los libros de didáctica se denominó Lecciones de cosas, es decir, se aconsejaba aprovechar las enseñanzas que podían extraerse de los acontecimientos que vivía el niño. El propósito de estas lecciones ocasionales que cualquier circunstancia brindaba era introducir la vida en la escuela y, al mismo tiempo, sacar la escuela a la vida. Yo he querido partir de este acontecimiento que nos reúne hoy y voy a aprovechar el nombramiento de Ramón Gil Novales como Hijo Predilecto de la ciudad para plantear tres lecciones de cosas.

Primera lección. Según el Diccionario de María Moliner, una de las acepciones de distinguir es separar, diferenciar del resto. Por eso puede resultar extraño o fuera de lugar comenzar afirmando que Ramón Gil Novales es alguien como nosotros y, si se me permite la expresión, «uno de los nuestros». Fue niño en las calles que transitamos diariamente, aprendió las primeras letras en la escuela de San Viator, estudió Bachillerato en el instituto de la ciudad y Magisterio en la Escuela Normal de Maestros, paseó por el parque junto a Las Pajaritas de Ramón Acín, un monumento inaugurado, precisamente, en 1928, el año que él nació.
Ramón Gil Novales es una persona –y lo será después de este reconocimiento de la ciudad– y no un personaje. Nos equivocamos cuando convertimos a las personas en personajes, cuando los colocamos en lo alto de un pedestal inalcanzable. Desde ese momento se convierten en seres extraños, distintos a nosotros, alejados de nuestras preocupaciones, de nuestra manera de pretender la felicidad y de sufrir cuando el dolor nos alcanza. Ramón Gil Novales es alguien como nosotros: tiene amigos, a veces está triste, le preocupan las personas que viven a su alrededor, quiere entender el pasado y desea un futuro mejor. Así, y no de otra manera, hemos de contarnos y hemos de contarles a los jóvenes quién es Ramón Gil Novales.

Segunda lección. Otorgar a Ramón Gil Novales el título de Hijo Predilecto de la ciudad supone el reconocimiento del valor de las palabras. Somos esencialmente lenguaje. Ramón Gil Novales ha llegado a ser quien es por la palabra, la palabra que nos hace humanos, la palabra que nos permite entender el mundo, encontrarnos con los demás y entendernos a nosotros mismos. La palabra es nuestra conciencia. En la palabra se deposita la memoria. La palabra anima el deseo, con palabras nos enamoramos y denunciamos la injusticia. Necesitamos palabras para alimentar nuestros sueños y las palabras son nuestra defensa frente al miedo y el más eficaz remedio contra el olvido.
El poeta Rainer María Rilke escribió que la auténtica patria del ser humano es su infancia. Yo lo diré de otra manera. Nuestra verdadera patria son las palabras con las que nuestras madres nos enseñaron a nombrar el mundo. Las palabras con las que nos construimos, pensamos y sentimos. En 1955 Ramón Gil Novales se trasladó a Barcelona, pero, en realidad, nunca se alejó de Huesca. Según su propia confesión se llevó «a cuestas nuestra tierra». ¿Y qué lleva siempre con él allá donde vaya y esté con quién esté? El paisaje, la luz de los atardeceres, el recuerdo de las personas que le acompañaron, el olor de las calles y, por encima de cualquier cosa, las palabras, el legado de la infancia, ese tiempo en el que todo deja una huella imborrable en el alma.
A pesar de lo que se afirma en el refranero, a las palabras no se las lleva el viento. Los vientos borran la fama, el poder e incluso la belleza. Pero las palabras permanecen y nos traen el recuerdo de lo que fuimos, de lo que quisimos ser, el recuerdo de las personas que amamos.

Tercera lección. Vivimos en una sociedad mediatizada. Las grandes compañías de la comunicación y de la información imponen visiones del mundo para defender sus intereses. Cotidianamente se nos plantea la duda de si bajo una aparente libertad de acceso a la información no estamos, en realidad, más manipulados y más controlados que nunca. Somos náufragos desesperados que buscan un oasis de pantalla en pantalla. Por eso necesitamos referentes como Ramón Gil Novales, referentes auténticos, modelos en los que reconocernos. Precisamos más que en ningún otro momento que los jóvenes, que los niños, tengan un espejo en el que proyectar su imagen para verse reflejados.
Una de las tareas que debemos afrontar con mayor urgencia es el rescate de nuestra propia mirada. Los medios de comunicación viven nuestras vidas. Nos hacen hablar, sentir y opinar de determinada manera. Con su bombardeo permanente de mensajes nos obligan a conocer a personajes que no tienen sentido ni existencia real y, al mismo tiempo, desvían nuestra atención de aquellos asuntos que son realmente esenciales para entendernos.
Ramón Gil Novales es el ejemplo de que es posible trabajar reposadamente como él trabaja en el taller artesano de las palabras, sin perseguir el éxito fácil o la rápida notoriedad, sin pretender otra cosa que la obra bien hecha.

Aquellos autores que publicaron manuales sobre Lecciones de cosas que mencionaba al principio de mi intervención, solicitaban a los maestros que extrajeran conclusiones claras después de cada lección. Si yo hubiera de proponer una concisa conclusión a estas tres breves lecciones de cosas, diría que al otorgar unánimemente el nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad a Ramón Gil Novales, este ayuntamiento ha hecho de Huesca un lugar más hermoso.

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