Pronto cumpliré cuarenta y seis años que son -como todo en esta vida- muchos y pocos, según quiera mirarse. Cuarenta y seis vueltas de tuerca. Si llevara agendas, me gustaría conservar las cuarenta y seis agendas de estos años de la misma manera que tengo una lista de los 1752 gilipollas que he conocido, aunque como no la actualizo, esta lista sólo tiene un valor sentimental y ninguna utilidad práctica.
Si yo fuera un tipo de esos que llevan agendas tendría la certeza, por ejemplo, de que el 16 de mayo de 1969 fui con mi abuela Pilar a «La Balsa» a cortar rosas blancas de aquel rosal que trepaba por la pared de la casa porque doña Julia nos había dicho que mayo era el mes de las flores y el mes de la virgen. Para mí fue un anuncio sorprendente en una época en la que todo me cogía por sorpresa. «El mes de las flores y el mes de la virgen... Hay que joderse -debí pensar, aunque expresaría este pensamiento con las palabras de entonces-».
Si tuviera mis agendas de estos cuarenta y seis años le hubiera encargado a Óscar Sánchez un armario de madera de sabina para conservar todas las agendas juntas y ahora las podría extender sobre la alfombra del salón, formaría una rueda de la fortuna, lanzaría unos dados o pensaría un número al azar y contaría las agendas que tendrían, seguro, tapas rojas y negras, abriría la agenda de 1979. Y allí leería:
«16 de mayo. El último sol del día nacía de su pelo. Sólo podía oír su risa sobre el estrépito de los gorriones»
«Algo me está pasando por primera vez»
«No he querido cenar»
Lo de la cena se lo debo, como tantas cosas, a las películas que envenenaron mi infancia.
Pero eso tampoco lo sabía entonces
17 mayo 2010
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1 comentario:
Te felicito por tus 46 años y, sobre todo, por la capacidad de dar vida de nuevo a esos primeros sentimientos.
Un abrazo
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