Conocí a Roberto L’Hôtellerie en Sabiñánigo, el día de la Constitución de 2003, en la presentación de Los niños del frente. Compré el libro unos minutos antes de que comenzara el acto y no tuve tiempo de leer nada. Apenas me fijé en el texto de las solapas y acaricié las cubiertas… El libro sólo era sólo una promesa, pero me sorprendieron las ilustraciones de Roberto. Sabía que Los niños del frente era un libro singular, pero no esperaba encontrarme con aquellas ilustraciones de trazo minucioso, tan rigurosas incluso en los pequeños detalles de la indumentaria o en los objetos que se reproducían en cada escena, en la reproducción de elementos de la cartelería de la época... Además de reunir buenas dosis de talento y de sensibilidad eran necesarias miles de horas para realizar esos dibujos. Enseguida supe que las manos de Roberto trabajaban al dictado de un imperativo ético, el imperativo de recordar, de recrear para todos nosotros, el imperativo de quien sabe que está trabajando para otros, para hacer felices a los que tanto habían sufrido, para recordar el dolor de los perdedores. En Sabiñánigo Enrique Satué nos contó el proceso de elaboración de su investigación etnográfica, los detalles más íntimos de su trabajo, las profundas satisfacciones que su oficio de hurgador le había proporcionado. Luego Roberto tomó la palabra y se limitó a agradecerle a Enrique Satué –su hermano cómplice de tantos proyectos- que hubiera contado con él para trabajar en un proyecto tan hermoso. “Y nada más”. Eso dijo.
Durante años he querido comprarle a Roberto -o robarle, que al final ya me parecía que era mi única alternativa- el retrato que hizo de Palmira Plá, pero firme en sus ideas siempre ha sabido hacerme entender que él quería que toda la colección estuviera reunida, que no se desperdigaran los dibujos porque se trataba de un proyecto global en el que él se implicó intelectual y emocionalmente.
Ayer en el Museo Pedagógico de Aragón, en la presentación de Los niños del frente, Roberto tomó la palabra para agradecerle a Enrique que le hubiera permitido trabajar en un proyecto tan hermoso, para agradecer al Museo Pedagógico de Aragón lo que habíamos hecho –cuando en realidad no hemos hecho nada-, para decirnos que sus dibujos querían reflejar una parte de la historia de la educación aragonesa y para anunciar que había decidido donar los ochenta y dos dibujos que componen la muestra “Los niños del frente” al Museo Pedagógico de Aragón, al Museo de todos –dijo acertadamente-.
Ya lo saben. Roberto L’Hôtellerie, un hombre que camina con la vista larga y el paso corto, ha decidido regalarnos a todos nosotros tres años de trabajo, una colección hermosísima de dibujos y el ejemplo de su generosidad. Personalmente sólo lamento que ya no podré robar el retrato de Palmira Plá.