Tengo una frutería de cabecera en el Mercado Central desde hace unos veinte años. Julio y Pili, mis fruteros, son zaragocistas, estuvieron el 10 de mayo de 1995 en la final la recopa en el Parque de los príncipes de París cuando Nayim metió aquel gol para demostrarnos que todo es posible, que en cualquier momento nuestras vidas pueden cambiar, el mismo día que Seaman trataba de incorporarse, esturdecido, mirando a derecha e izquierda con la cara de Seaman tras comprobar que ya nada tenía remedio. Como suelo ir a comprar el mismo día de la semana y a la misma hora coincido con otros clientes habituales. Me he amistado con algunos de ellos y es frecuente que mientras esperamos nuestro turno entablemos una de esas conversaciones amables que inician las personas educadas sin ánimo de polemizar ni de herir a nadie. Ayer Fidel me dijo:
-Una de mis amigas se llama Manuela, es de Morata de Jiloca y es alumna de María Jesús.
Me dio la alegría del día porque supe que ya se ha extendido la leyenda de Hipocorísticos. Ochenta y cuatro crónicas sobre educación de personas adultas en Aragón.
Quienes se han acercado al libro me dicen que cuando lo leen se le pone la carne de gallina. Yo les explico que Víctor Gomollón ha hecho un libro acariciador como manda la etimología del título [Hipocorístico (Del gr. ὑποκοριστικός, acariciador)]. Entonces los señores y las señoras que se han acercado a Hipocorísticos. Ochenta y cuatro crónicas de Educación de Personas Adultas en Aragón me piden el teléfono de Víctor y yo he de advertirles que es un hombre casado y formal. Sobre todo formal.
03 octubre 2009
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