Ayer vi unas bolsas de Conguitos (somos los conguitos y estamos requetebién, etc.) en la cafetería de la escuela de magisterio. Hace muchos años me gustaban los Conguitos. Quizá ahora también me gusten. Pero no tengo tiempo para pasar la ITV de cada uno de mis recuerdos ni para ver películas pasadas de metraje. Sólo tengo tiempo para perderlo. Cuando comía Conguitos no imaginaba que un día me gustaría el vino, la cerveza, los espárragos trigueros, el pimiento rojo o el café. Tampoco suponía que bebería güisqui a palo seco, sin trampa ni cartón.
Compraba Conguitos en el ambigú del cine Lucero, mientras pasaban el NODO. Nadie nos explicó nunca qué era el NODO, pero nosotros aplaudíamos cuando se acababa y los títulos de crédito de la película de romanos o de indios y vaqueros o de espadachines ocupaba la pantalla.
Compraba Conguitos en el ambigú del cine Lucero, mientras pasaban el NODO. Nadie nos explicó nunca qué era el NODO, pero nosotros aplaudíamos cuando se acababa y los títulos de crédito de la película de romanos o de indios y vaqueros o de espadachines ocupaba la pantalla.
3 comentarios:
uff!...que viejo me hacen todas estas cosas..un abrazo.
A mi me sucedía lo mismo con los muéganos, cuando los comía en el cine tampoco imaginaba muchas cosas. Qué tiempos... y parece que fue ayer.
Mi madre no me dejaba comer conguitos ni cosas de esas. "Engordan, no te hacen falta", me decía.
Así que yo me entregaba todita a las cebolletas en vinagre.
¡Ay!
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