30 abril 2007
26 abril 2007
Embolicado
Las mismas cosas que nos hacen felices, que nos ayudan a vivir, que llenan de luz nuestros ojos y nos acarician las entrañas son las cosas que nos hacen sufrir. El mundo es así. Y está bien hecho. Ayer se murió Dana, la gatica de Blanca. La enterré antes de que los niños se despertaran. Ellos llevaron durante todo el día el peso del dolor inexplicable. José Luis me decía que no volviera a tener gato, que con los animales siempre pasa lo mismo: te encariñas de ellos y te quedas fatal cuando se mueren. Es verdad. Cuando las cosas nos duelen estamos tentados de no volver a querer a nadie, de no entregarnos, de no dejarnos seducir por nada. Evitaríamos así el dolor de la separación y de las decepciones, pero también nos perderíamos el calor de los días, la ilusión y el tiempo en el que parecíamos felices. A mí me duelen tanto las lágrimas de Guillermo como me consolaba su risa entregada y transparente cuando jugaba con el animalico. Por eso mientras escribo estoy esperando que Alina nos traiga otro gato. Quizá cuando Guillermo y Blanca se despierten se encuentren con esta sorpresa. Y en unos minutos les parecerá el mejor gato del mundo. Volveremos a empezar. Siempre, pase lo que pase, podemos volver a empezar.
22 abril 2007
Por primera vez
Por escribir sus nombres ya no me pertenece, como no me pertenecen sus hermanicos. Por escribir sus nombres es muy especial para mí porque es mi primera incursión en la narrativa. Por primera vez he hecho hablar, sentir, esperar, llorar, sufrir y amar a los personajes que aparecen en las historias que cuento. Por primera vez me ha importado qué se dijeron al encontrarse por la mañana, si el viento les hacía cerrar los ojos, si sus corazones se habían acelerado o si les faltó aire en el último beso.
Le he dedicado Por escribir sus nombres a Palmira Plá:
"A Palmira Plá que, al aceptar mis fabulaciones, me regaló lo que pudo ser: un territorio infinito que he transitado con palabras"
20 abril 2007
Por escribir sus nombres

18 abril 2007
Tensión
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Ya hay tensión en el ambiente. Estamos terminando la limpieza de obra de museopedagogicodearagon.com. En unos días abriremos la sede digital del Museo Pedagógico de Aragón. Como las fotografías son de José Antonio Melendo el éxito está asegurado. Melendo debería hacerles un reportaje a los Militos para que el Zaragoza se instalara definitivamente en la zona champions.
09 abril 2007
La pequeñez de los días
07 abril 2007
No sirvió de nada
04 abril 2007
Conguitos

Compraba Conguitos en el ambigú del cine Lucero, mientras pasaban el NODO. Nadie nos explicó nunca qué era el NODO, pero nosotros aplaudíamos cuando se acababa y los títulos de crédito de la película de romanos o de indios y vaqueros o de espadachines ocupaba la pantalla.
26 marzo 2007
Escuelas
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He recibido un texto muy bonito que Marisancho Menjón ha escrito para Escuelas. El tiempo detenido, la primera exposición temporal del Museo Pedagógico de Aragón. Inauguraremos la muestra el 18 de mayo.
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Esta tarde pasaré un rato en el Colegio Público Tenerías. Me reuniré con un grupo de padres y de maestros. Hablaremos de escuelas, de hijos, del vértigo que nos produce sentir cómo crecen. Traigo aquí un par de comentarios que he encontrado en el trastero de mi servidor. Cada día soy más republicano por eso lo publico todo varias veces.
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[7 de abril de 2007]
Ayer estuve en el Instituto Ramón y Cajal de Zaragoza. Cumplían 10 años. Antes, mientras presenciaba cómo el equipo de mi hijo Guillermo ganaba 13-0 a un conjunto de aficionados que jugaban sin peto de entrenamiento y sin orden ni concierto, recibí una llamada de Javier Torres, llamadas de santo Tomás, llamadas de una y no más. Me decía que había oído por la radio que un experto en pedagogía daba una charla en el Ramón y Cajal y había supuesto que sería yo. Me hizo mucha gracia. El Diego Milito de la educación. Cada día tengo un poco más claro que es imposible ser especialista en un terreno caracterizado por la incertidumbre y la fragilidad. Mi único mérito es que quizá pienso desde hace tiempo en la escuela, en los maestros, en la sociedad... Llevo en el sistema educativo 39 años. Entré siendo un niño asustado, vestido con una bata en la que mi abuela bordó ni nombre, una bata de rayas azules y grandes bolsillos para que llevara el pañuelo y donde yo guardaba todo lo que encontraba en el recreo. Doña Julia, mi maestra, le dijo a mi madre que me comprara una silleta de anea y que podía ir a la escuela. "Así no te dará guerra en casa, que bastante tienes con estos dos...". He pasado mi vida a un lado y a otro de los pupitres. Siempre me acuerdo de cuando Javier Cansado está en la habitación de una hospital y confiesa que entró de paciente y ahora era el jefe del servicio. Algo así me pasó a mí en la escuela.
Mi primera cartera escolar
Víctor M. Juan Borroy
(Viernes, 6 de septiembre de 2002)
Como en párvulos no llevábamos libros (ni proyectos, cuadernillos de preescritura, fichas de prelectura, etc.), ni se utilizaban entonces grandes tecnologías escolares (como el pegamento, la plastilina, las ceras, los pinceles, las ceras acuarelables, los gomets...) todo me cabía en una cajita de madera, un plumier, que nosotros, no sé por qué, llamábamos catedra.
Mi madre trajo a casa mi primera cartera escolar por estas mismas fechas. Y como no tenía nada que meter dentro, salvo lo fundamental: un pequeño cuaderno y la catedra con el lápiz, la goma y media docena de pinturas, la llené de viejos periódicos. No sabía aún que podía esperar de la escuela, pero no me cabía ninguna duda de que la cartera, una cartera importante, tenía que estar bien llena. Y pasé la tarde llevando mi cartera de aquí para allá y oliendo de vez en cuando el inconfundible aroma de la gomas de borrar, de los lapiceros, y acariciando las tapas de aquel pulcro cuaderno. Era el olor de lo nuevo. Todo estaba, como mi propia vida, aún por estrenar.
Hasta donde alcanza mi recuerdo, septiembre ha sido -y posiblemente lo sea ya para siempre- un mes iniciático. Un mes de reencuentros, buenos propósitos y cosquilleo en el estómago y en el corazón, donde habitan los recuerdos.
Palabras clave de la época:
doñajulia,
ah,cuandovayasalaescuela
silleta
catedra
borre
pizarrín,
tarzán
vendráabuscarteelyayo
domingoporlatarde
noquieroiralaescuela
pórtatebien
quienjuegaacarreras
yanotajunto
25 marzo 2007
Palmira Plá
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Todos los años me parece que la hora que nos roban esta madrugada es justo la que más necesito.
"Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio".
22 marzo 2007
Letra a letra

Hay objetos que parecen devolvernos a otra época o nos transmiten la emoción que sintieron quienes los sostuvieron antes que nosotros en sus manos como si en las cosas pudiera latir la memoria. Un poco todo esto es lo que me ocurre cuando acaricio el humilde papel en el que los niños de Plasencia del Monte y Simeón Omella, su maestro, estamparon, letra a letra, algunas de las páginas más hermosas de la historia de la educación y de la escuela aragonesa del último siglo. El libro de los escolares de Plasencia del Monte es una muestra del trabajo entregado de un maestro y sus alumnos, un libro que nos susurra algunos de los secretos que habitualmente se guardan en la intimidad del aula. No resulta difícil imaginar el amor por la escritura que hay detrás del trabajo paciente y meticuloso necesario para componer los textos, para realizar los meritorios grabados a varias tintas sirviéndose del linóleo, del caucho o del simple cartón. El trabajo que Simeón Omella realizó con sus alumnos en la escuela de Plasencia del Monte con la imprenta escolar es un argumento irrefutable para demostrar que el mundo puede transformarse con palabras. El libro de los escolares de Plasencia del Monte es la crónica de una escuela rural convertida en taller y en laboratorio de experimentación. Cada uno de los textos libres elaborados por niños de ocho a diez años nos hablan de una escuela que ha desterrado los libros de texto, de una escuela en la que los niños aprenden de la vida y de la comunidad en la que viven. Gracias al trabajo con la imprenta Freinet se había producido una importante transformación en la sociedad en la que la escuela estaba inmersa: por primera vez el conocimiento de los padres, de los abuelos, de los pastores, de los agricultores y de los artesanos, el conocimiento, en definitiva, de la gente común fue considerado un conocimiento valioso. Las personas de la comunidad –muchos de ellos analfabetos- son la principal fuente de información de aquello que luego se pondrá por escrito. Un conocimiento que gozará de la dignidad de la letra impresa.
Gracias a la imprenta escolar los niños de la escuela de Plasencia del Monte hicieron su mundo más grande porque mantenían intercambios con escuelas españolas y con escuelas de Suiza, Bélgica o Francia.
La edición de El libro de los escolares de Plasencia del Monte nos permite recuperar los nombres, las trayectorias profesionales y los empeños de educadores como Simeón Omella, Herminio Almendros o Ramón Acín. Este libro también nos devuelve, junto al impulso modernizador que sacudió las escuelas durante la II República, la amarga memoria de la escuela que perdimos, del país que pudo ser. Esta forma de entender la educación, la escuela, el conocimiento, el aprendizaje, la actividad escolar y el trabajo de los maestros es una muestra del prometedor rumbo que habían tomado las escuelas aragonesas. Pero pocos días después de que Simeón Omella y los niños de Plasencia del Monte concluyeran de encuadernar este libro, con el papel recién herido por la tinta, estallaba la Guerra Civil. Las palabras fueron ahogadas por el estruendo de las balas y las bombas. En Plasencia del Monte alguien escondió los libros de Simeón Omella, les dio amparo y cobijo. Y con los libros, alguien guardó, quizá sin saberlo, la esperanza de que las palabras pudieran volver a encender en nuestros corazones el fuego de la memoria y del recuerdo.
El paso del tiempo ha dejado su huella en las páginas de El libro de los escolares de Plasencia del Monte y no ha sido posible reproducir en esta edición facsímile todos los textos que Simeón Omella y los niños de su clase encuadernaron en 1936. De cualquier modo, los que aquí se ofrecen transmiten lo esencial del documento: la alegría de aprender, la pasión por la palabra y por el conocimiento compartido.
No quiero terminar sin agradecer el trabajo inteligente y generoso de Fernando Jiménez Mier y Terán, uno de los grandes especialistas del mundo en maestros freinetistas que aceptó la invitación del Museo Pedagógico de Aragón para realizar el estudio preliminar de este facsímile. Durante estos últimos meses ha sido un privilegio recibir los correos electrónicos que Fernando me enviaba desde México dando cuenta de sus progresos. Estaremos siempre agradecidos a Elena Ruiz Gallán y a su familia, por haber guardado durante setenta y un años El libro de los escolares de Plasencia del Monte y por permitir que ahora el Museo Pedagógico de Aragón pueda ponerlo a disposición de todos.
Víctor M. Juan Borroy
Director del Museo Pedagógico de Aragón
21 marzo 2007
Poco a poco
Mientras escribo tengo sobre mi mesa un ejemplar de El libro de los escolares de Plasencia del Monte. Estoy contento con ese trabajo. También hemos recibido los marcapáginas y las invitaciones para la presentación de este libro (miércoles, 28 de marzo, a las 19 h., en el Museo Pedagógico de Aragón).
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Esta tarde veré la versión beta de la web del Museo Pedagógico de Aragón. En unos días inauguraremos la sede digital del Museo: museopedagogicodearagon.com
13 marzo 2007
El mundo se estremece
10 marzo 2007
Útero

07 marzo 2007
Por ti
06 marzo 2007
30 años
05 marzo 2007
Treinta años es ya siempre
03 marzo 2007
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El libro de los escolares de Plasencia del Monte, el Nº 1 de la colección Publicaciones del Museo Pedagógico de Aragón está en la imprenta. Nos cuesta despedirnos de los proyectos que nos han atrapado tanto, pero ya estamos dedicados al segundo: la exposición temporal del Museo Pedagógico de Aragón: Escuelas. El tiempo detenido que se inaugurará el próximo 18 de mayo
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Ya he revisado primeras pruebas de Por escribir sus nombres, mi primera novela, una historia que escribí en secreto hace dos años
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Un día menos para nuestro viaje a Barcelona
28 febrero 2007
1440
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1440 minutos. Me gusta la última campaña publicitaria de Mercedes. Cada mañana te encuentras con 1440 minutos por estrenar. Puedes hacer con ellos lo que quieras. La única condición es que no son acumulables y al final del día no te queda ninguno.
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Los microcRuentos de Mariano Gistaín y Los buenos vecinos de Huesca de Víctor Pardo ya pueden descargarse en Rolde. Revista de Cultura Aragonesa